Por Alicia García de Francisco | Efe
02/09/2016
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Raúl Arévalo quería hablar de la violencia en su debut como director, pero sin espectáculo y por eso Tarde para la ira es «una película más seca, más realista, más cruda», un «drama con tintes de thriller» que ha gustado mucho en el Festival de Venecia, donde compite en la sección Horizontes.
«Siempre he querido dirigir, desde que soy niño, pero no tenía claro el qué, no pensé en hacer un thriller, pensé que quería contar esta historia, algo sobre la violencia «.
«No quería contar una historia sorprendente ni muy original, quería encontrar el argumento para hablar sobre la violencia, sobre una violencia que huyese de la violencia como espectáculo», explica en una entrevista con Efe el director tras la presentación de la película.
Pese a que le encantan, como espectador, las películas de Quentin Tarantino o Alex de la Iglesia, prefería, como director, otro tipo de violencia, más contenida, y al desarrollar el guion fue saliendo una historia en forma de thriller, pero también de drama y una película de género.
Es la historia de Curro (Luis Callejo), encarcelado ocho años por el atraco a una joyería, su mujer, Ana (Ruth Díaz), que espera su liberación, y un cliente del bar que ella regenta, Jose (Antonio de la Torre), que observa todo pacientemente mientras llega el momento de actuar.
Una historia árida en su paisaje pero también en sus personajes y en su estilo narrativo, que tiene mucha fuerza en un complicado ejercicio de contención que le ha salido bien al debutante Arévalo, quien considera que el resultado tiene mucho que ver con los actores.
Porque si algo tenía claro desde el comienzo es que los protagonistas tenían que ser Antonio de la Torre y Luis Callejo, sentados junto a él en un hotel de Venecia y con los que muestra una amistad y una complicidad más allá de una relación laboral.
En el caso de Arévalo y De la Torre han trabajado juntos en títulos como Azuloscurocasinegro, Gordos, Primos o La isla mínima y eso ha hecho este rodaje más fácil y más difícil al mismo tiempo.
«Por un lado -señala De la Torre- tenía muchísimas ganas, me hacía muchísima ilusión, somos muy amigos y me gusta mucho estar con él, pero de alguna manera tenía una gran responsabilidad porque él había hecho una apuesta muy fuerte por mí, tenía miedo de fallarle, era una mezcla de cosas».
«Hay que tener cuidado con lo que deseas», dice el actor antes de estallar en carcajadas y reconocer que tuvieron «un par de momentos» complicados porque «la confianza da asco».
Pero, agrega apasionado: «es verdad que la manera en que Raúl entiende el curro de actor es exactamente la manera en que la entiendo yo y, en ese sentido, para mí ha sido una maravilla, una gozada».
También resalta que le gustó cuando Arévalo le dijo que es un actor arriesgado, algo de lo que no era consciente.
«Yo no sabía que era un actor que arriesga porque soy más bien conservador y cagoncete. Cambio de papel, primero porque hacemos lo que podemos, aunque, toco madera, estoy en un momento en el que puedo elegir, pero también porque pienso que cambiar de registro es una manera de perpetuar tu carrera», explica el protagonista de «Caníbal».
Y continúa divertido: «si tuviera una tienda pondría un colmaíto, una tienda de los chinos, tendría de todo, con un cartel que dijera: ‘Antonio Torres, bodas, bautizos y comuniones’. Soy un poco el Albert Rivera de la interpretación».
El mismo tono divertido en el que Luis Callejo cuenta que casi mata a su compañero de reparto en una escena de huida en un coche o cuando confiesa que a veces quería que Arévalo le quisiera «tanto como quiere a Antonio».
Pero volviendo a le película, los tres se ponen algo más serios para contar que uno de los aciertos de la historia, según De la Torre, «es no caer en el esquema del bien y del mal, de los buenos y los malos».
«De alguna manera todos están atrapados e intentan escapar de un destino que se escribió en el pasado, ocho años antes» y que es lo que marca la historia, que se convierte en un «viaje infernal por los campos de Castilla, como Machado decía. Son dos caras de un destino trágico».
Para Callejo su personaje y el de De la Torre «son dos caras de la misma moneda, los dos han pasado ocho años muy malos por distintas circunstancias. Es la sensación de que el pasado te vuelve».
«Dicen que en la política se hacen extraños compañeros de cama y en esta película nos convertimos en extraños compañeros de carretera. Tiene tintes de tragedia», agrega.