Por César Toledo, experto en análisis y máster en Comportamiento No Verbal
8/12/2015
El debate decisivo decidió muy poco. Ni la vicepresidenta ni ninguno de los tres candidatos a la Moncloa consiguió destacar de manera extraordinaria en su comunicación no verbal. Ninguno fue realmente persuasivo, por lo que resulta imposible mover a los indecisos. Para poder cautivar necesitaban un sobresaliente en esta materia, y no lo consiguieron.
Los cuatro cometieron el mismo error en la forma de expresarse: ignorar a quienes todavía no han decidido su voto, que son más del 40% según el CIS. Para empatizar con los ciudadanos moderados tienes que mostrar moderación, seguridad y aplomo, y tienes que transmitir emociones positivas, cosa que ninguno hizo. Quizás, quien más cerca estuvo de conseguirlo fue Pablo Iglesias, pero su mensaje y su imagen no van dirigidos al votante moderado ni funciona con todos los públicos.
A todos les faltó transparencia y naturalidad, sólo parecían auténticos cuando se enfadaban y eso no es precisamente bueno para persuadir a los votantes más receptivos. Negar los argumentos del contrario y responder con agresividad sólo sirve para satisfacer a tu hinchada, pero no inspira al resto ni consigue movilizarlo.
Se les veía inseguros desde el principio. Faltó escucha activa, faltó feedback entre ellos, y se echó en falta un auténtico diálogo que nunca se produjo, a pesar de que el formato lo permitía. Al final, todo resultó más encorsetado y poco espontáneo de lo que esperábamos.
PEDRO SÁNCHEZ
Estuvo demasiado artificial y forzad0, y eso que tiene un punto de partida muy favorable. Muestra un gran aplomo, una postura muy segura que transmite solvencia, pero ayer estuvo especialmente nervioso. Es cierto que le funcionó su aspecto, su apariencia era la mejor. Iba formal pero muy actual, el color de su chaqueta era el que mejor daba en televisión y esas cosas hay que tenerlas en cuenta. No obstante, su actitud no siguió la misma línea. Demasiado teatral, tuvo algunos momentos de descontrol -las manos llegaron a temblarle y no supo controlar las risas irónicas ni algunas miradas de desprecio hacia Pablo Iglesias cuando éste le dijo que no mandaba en su partido-. Igual que el resto, la única autenticidad que mostró fue cuando se enfadó. Jugaron en su contra los distintos tonos que empleó a lo largo del debate, por momentos parecía que estaba dando un mitin y esto le restó credibilidad. Pedro Sánchez perdió una gran oportunidad, él tiene muchas más habilidades de las que demostró ayer. Quizá el formato pudo con todos, estar con el cuerpo expuesto sin poder refugiarse ni sentarse durante dos horas es muy complicado.
PABLO IGLESIAS
Estuvo algo contenido, pero creo que es una estrategia que está intentado desarrollar durante toda la campaña porque quiere llegar un sector más moderado. Pablo Iglesias fue el más sereno de todos, pero es un arma de doble filo ya que le hace perder parte de su autenticidad. A pesar de esta contención, al principio le falló un poco la voz y en el minuto final también tuvo algún problema. Fue un acierto tirar del factor emocional, pero no estoy seguro de si fue la emoción lo que le hizo que le fallara de nuevo la voz. Un detalle que no pasó desapercibido fue el bolígrafo, lo utiliza como su tranquilizador, para controlarse. Con respecto a su forma de vestir, hay que ser conscientes de que él se dirige a un sector muy concreto de la población, aunque haya otro al que no le guste. Su gran problema es el pelo, al final siempre acaba fuera de su sitio. Su postura abierta y en una posición de estabilidad hizo que probablemente fuera el que más cómodo estuvo durante el debate, y el que mejor aguantase físicamente las dos horas de pie. El problema que tuvo con el sudor y su camisa se hubiera solucionado con un cambio de color de la misma. Su comunicación no verbal fue la más congruente con su mensaje. Fue el más auténtico de los cuatro, el que más ganó anoche de cara a movilizar a los suyos.
ALBERT RIVERA
Se mostró muy inquieto. Él es así, creo que es su personalidad, pero tiene un serio problema con su control emocional. Durante este tiempo he visto un cambio en sus expresiones faciales, han mejorado, pero no puede evitar los gestos adaptadores de inquietud. Se pasó todo el debate tocándose el botón de la chaqueta, moviendo las manos, balanceándose de un lado a otro… A esto hay que sumarle que tiene una cara con unas facciones redondas, muy juveniles; ese aspecto infantil sumado al comportamiento nervioso que mostró durante el debate transmite inseguridad. Albert Rivera tiene un discurso sólido que abarca un gran sector de la sociedad, podría captar a los indecisos, pero su imagen transmite intranquilidad y te llega a poner nervioso tanto movimiento. Con respecto a su traje, yo creo que se equivocó, demasiado moderno y ajustado. Tendría que haber optado por algo más formal y con menos brillo.
SORAYA SÁENZ DE SANTAMARÍA
Estuvo por momentos insegura. La de ayer no fue la Soraya a la que estamos acostumbrados. La primera intervención estuvo claramente muy preparada, muy leída. Utilizó un tono de lectura que te hacía desconectar, traía aprendida la lección. Y esto es un error porque donde es buena Soraya es en la espontaneidad y las repuestas rápidas y ágiles; y de eso hubo muy poco ayer. En muchos momentos parecía que leía y en otros hablaba de forma coloquial, algo que desconcierta. Se trabó en varias ocasiones porque se traía aprendida las cosas de memoria y se perdía. No obstante, se mostró tranquila desde el principio -salvo excepciones-, tiene mucho temple, es muy estable. Fue a partir del bloque de la corrupción donde cambiaron todos y empezaron a aflorar emociones auténticas, y en su caso no pudo evitar enfadarse. Se vio en la expresión de su cara, en el dedo acusador. No obstante, salvó los muebles en general, pero no fue su mejor noche.
De cara a sus respectivas organizaciones políticas y votantes, los cuatro aprueban por los pelos. De cara al resto de los ciudadanos, nada nuevo bajo el sol. Y en cuanto a la comunicación no verbal, suspenso generalizado.