Por Iñigo Aduriz
13/01/2016
Si en las elecciones del pasado 20 de diciembre los españoles querían cambio, ya lo tienen, al menos en el Congreso de los Diputados. La sesión de constitución de la Cámara Baja de la XI legislatura ha sido este miércoles el fiel reflejo de una nueva era política de momento en lo referido a la actitud y a las formas de los nuevos diputados. También en la composición del Pleno en el que, por primera vez desde la recuperación de la democracia, no ha habido en los escaños ninguno de los grandes referentes de la Transición, ni históricos dirigentes políticos de ninguna formación tradicional.
El cambio se reflejaba en la edad media de los parlamentarios. Si el nuevo Congreso se caracteriza por algo, a simple vista desde una de las tribunas, es por el vuelco generacional especialmente palpable en las filas de los nuevos partidos políticos, pero también en los de siempre. La transformación se percibía en la actitud y la vestimenta de esos nuevos diputados. Una parte del hemiciclo, la central, estaba dominada por hombres descorbatados, algo inédito en la historia parlamentaria española. También había más periodistas que nunca al sumar, a los ya habituales, a todos los profesionales que siguen habitualmente a Ciudadanos y Podemos.
Los históricos del periodismo parlamentario comentaban –sin disimular cierto escándalo– la «mala imagen» que, a su juicio, reflejaba el hecho de que los nuevos de las formaciones naranja y morada no hicieran uso del guardarropa de la cámara y dejaran sus ropas de abrigo en sus escaños. Esa, la de los abrigos en los sillones del hemiciclo, ha sido una de las imágenes de la mañana. También la inédita instantánea de tres diputados llegando al Congreso en bicicleta. Eran el líder de Equo, Juan López de Uralde, y los otros dos parlamentarios de la formación ecosocialista, integrados en Podemos.
Acatar la Constitución «para cambiarla»
Otro de los símbolos del cambio lo ha representado Alberto Rodríguez, líder de la formación morada en Tenerife. Él es el primer diputado con rastas del parlamentarismo español. Como el resto de los diputados de Podemos, Rodríguez no se ha limitado a jurar o prometer el acatamiento de la Constitución. En distintas lenguas y con distintas fórmulas, todos los representantes del partido de Iglesias han venido a decir que acatan la Carta Magna «para cambiarla» y han acabado con la misma coletilla: «nunca más un país sin su gente».
El diputado canario no ha empezado con buen pie, al menos para el resto de los partidos. Trataba de decir lo mismo que sus compañeros de filas, pero ha empezado asegurando «aunque a algunos les gustaría que no estuviéramos aquí», manifestando así su queja por los sonoros abucheos que han recibido sus compañeros cada vez que usaban esa fórmula. Él ha recibido aún más gritos sobre todo por parte de la bancada popular, y apenas se le han podido escuchar sus reivindicaciones.
Clara Campoamor y los luchadores contra el franquismo
El principal cambio, el de calado, ha tenido que ver con lo que realmente era objeto de la sesión de investidura: la elección de la Mesa del Congreso de la XI legislatura. Y es que por primera vez el presidente de la cámara no será el del partido más votado. El propio Patxi López ha dado muestras de ese nuevo talante, apelando a la negociación, reconociendo la «pluralidad» del país y recordando a personajes que pocas veces son mencionados en la sede de la soberanía nacional como Clara Campoamor o los luchadores contra el franquismo.
El cambio ha tenido hoy un nombre: Diego. El hijo pequeño de la diputada de Podemos Carolina Bescansa, de tan sólo seis meses, ha provocado simpatías y rechazos, aunque más de los últimos. Diputadas socialistas y populares no disimilaban su indignación y atribuían a una «estrategia de marketing» de la formación morada el hecho de que la número tres del partido llevara al pequeño y lo mostrara en el Congreso, cuando los parlamentarios tienen a su disposición un servicio de guardería. Ha habido incluso quien, con una cuestionable guasa, ha introducido una de las papeletas de votación con el nombre del bebé.
El diputado 351
La una vez más vicepresidenta primera de la cámara, Celia Villalobos, explicaba en una conversación informal con periodistas que ella ya había advertido a Bescansa de la existencia de la guardería a primera hora de la mañana, y que incluso se había ofrecido a acompañarla. Siempre según la parlamentaria popular, la diputada de Podemos habría asegurado que desconocía la existencia de ese centro infantil.
Otro cambio lo ha representado uno de los fundadores de Podemos: Juan Carlos Monedero. Él ha seguido la sesión desde una de las tribunas, pero tanto él como otros parlamentarios de la formación morada actuaban como si el profesor fuera uno más del hemiciclo. El diputado 351. Efusivos, muchos de los diputados del partido que dirige Pablo Iglesias –también el propio Iglesias– hacían gestos puño o mano en alto a Monedero una vez que prometían acatar la Constitución y se convertían así en representantes del pueblo de pleno derecho. Para efusivo ha sido también el gran abrazo que se han dado Monedero e Iglesias al finalizar la sesión.
Otras cosas no han cambiado. Por ejemplo, el hecho de que en el hemiciclo se sienten diputados con causas pendientes con la justicia, como el parlamentario Pedro Gómez de la Serna, o la alcaldesa de Jerez, María José García-Pelayo. Ambos eran del PP, al menos hasta la tarde del miércoles cuando el primero ha solicitado la baja. Tampoco se ha modificado el baile de diputados que se cambian de chaqueta. El más flagrante ha sido, quizás, el de Tania Sánchez, ex de IU, que juró y perjuró que no se iba a integrar en la formación de Iglesias. «No. Punto. No vamos a entrar en Podemos. Punto», había dicho. Ahora es diputada de Podemos. También han prometido como diputados Irene Lozano, Toni Cantó e Ignacio Prendes, que en la legislatura pasada fueron parlamentarios de UPyD. Ahora lo son de PSOE, la primera, y de Ciudadanos, los otros dos.
Tras cuatro años de mayoría absoluta del PP, España es así.