Por Cambio16
16/12/2016
Jornadas demasiado largas, baja productividad, precaria conciliación entre la vida personal y familiar y consecuencias sobre la salud. El asunto de los horarios laborales es un tema recurrente, y ha vuelto a saltar a los medios tras el anuncio de la ministra Fátima Báñez, de que el gobierno está estudiando la posibilidad de limitar la jornada laboral a las seis de la tarde.
Este tema suele ir ligado, además, con el debate en torno al huso horario establecido hace 70 años por el dictador Francisco Franco para sincronizar la hora con la Alemania nazi. Esto, según muchos detractores de esta situación, somete a los españoles a acometer cualquier actividad una hora más tarde de lo que piden sus biorritmos.
Por ello, cada vez son más las personas en el país que consideran que lo más sensato sería volver a sincronizar sus relojes con sus compañeros de meridiano, Portugal, Gran Bretaña o las Islas Canarias, que pese a pertenecer políticamente a España se rigen por el Greenwich Mean Time (GMT).
Estar más horas en la oficina no significa, ni mucho menos, producir más. De hecho, los países con jornadas laborales más cortas suelen presentar mejores estadísticas de rendimiento. En Europa, las cifras al respecto merecen una reflexión: la media Europea son 37,2 horas semanales. Sin embargo, los países situados por debajo de esa media no son necesariamente los que presentan economías más débiles: sin ir más lejos, las jornadas más cortas son las de los Países bajos (sólo 30 horas semanales) y Alemania, que con su jornada de 35.3 horas aún se considera «la locomotora» de la zona euro.
En el otro extremo de la lista hay tres países con jornadas laborales notablemente largas: Grecia con 42 horas semanales; Portugal, con 39,3; y España, con 38. Sobra decir que ninguno de estos tres países compensa ese esfuerzo con una productividad especialmente competitiva. De hecho el ejemplo de Grecia es absolutamente paradigmático: el país con la jornada laboral más larga lucha intensamente por salir de una situación de quiebra económica.
Por supuesto, es un escenario complejo y la jornada laboral es tan sólo un factor entre muchos otros, pero no deja de ser un dato significativo para, al menos, abrir un debate sobre la correlación entre tiempo invertido y verdadero rendimiento.
¿Funcionará?
En cualquier caso, el problema fundamental en España para aplicar un hipotético final de la jornada a las seis de la tarde es la propia naturaleza de la mayoría de los puestos de trabajo. Una economía como la española, basada principalmente en los servicios, -un 80% de las empresas en España se dedican a este sector, en el que se incluyen la hostelería, el turismo, el comercio y la atención telefónica- se prolongan por lo general mucho más allá de la hora límite que quiere implantar Báñez.