Por Cristina Narbona*
18/11/2016
*Ministra de medioambiente entre 2004y 2008, miembro de la Red española de Soluciones para el Desarrollo Sostenible y consejera del Consejo de Seguridad Nuclear.
Durante los últimos años, ha aumentado la concienciación sobre el cambio climático, a causa de la creciente evidencia de sus graves efectos en todos los continentes; a ello se ha añadido la capacidad de diseminar y compartir información sobre este proceso global a través de la red. Somos sin duda la primera generación que tiene acceso a un amplio conocimiento sobre las causas y las consecuencias del cambio climático;y, al mismo tiempo, somos quizás la última generación que puede evitar el colapso de la civilización humana, en el caso de no actuar a tiempo frente al calentamiento global.
A mi juicio, el enfoque correcto para abordar este desafío es el identificar el progreso –en términos de innovación, de bienestar, de equidad, de seguridad…– que puede derivarse de las actuaciones necesarias para hacer frente al cambio climático.
El mejor ejemplo es la conveniencia de generalizar el uso de las energías renovables: las únicas accesibles en cualquier rincón del planeta, cuyo uso no comporta riesgos ni apenas impacto ambiental, y cuyo «combustible» es gratuito, con un coste de utilización que se ha ido reduciendo drásticamente en los últimos diez años.De hecho, hoy día la energía eólica terrestre resulta ya competitiva, sin necesidad de ayudas públicas; y la energía fotovoltaica también lo será en breve.
Las energías renovables resultan especialmente adecuadas en países en vías de desarrollo, la mayoría de cuyas poblaciones aun carecen de electricidad. No es de extrañar que en 2015, por primera vez, la inversión mundial en energías renovables haya superado a la inversión en energías convencionales, gracias a la realizada en los países en desarrollo –muy en particular gracias a China, a la cabeza de este ranking–.
En Marruecos, por ejemplo, se ha inaugurado ya la primera fase de una planta fotovoltaica que generará 2000 MW, contribuyendo al ambicioso compromiso de este país –un 40% de electricidad de origen renovable en 2030–, en el contexto del Acuerdo de París. Pero la transición energética también se está produciendo en los países más ricos. En 2015, el Reino Unido generó mas electricidad solar y eólica que España; y Alemania sigue avanzando hacia el desmantelamiento completo de sus centrales nucleares, entre otras cosas promoviendo el uso de la energía solar, que ya alcanza una capacidad instalada diez veces superior a la española.. A pesar de disfrutar allí de la mitad de horas de sol que en nuestro país…
Energía limpia,segura,cada vez más barata.
Y existen ya otras tecnologías –y otras formas de satisfacer necesidades– que frenan el avance del cambio climático y al mismo tiempo aumentan el bienestar social: por ejemplo, todas las que reducen las emisiones contaminantes del transporte, que causan en España unas veinte mil muertes prematuras, así como un aumento de patologías bronquiales y de alergias, muy en particular en la población infantil. Asistimos a la expansión del uso compartido del coche y la rápida penetracion de vehículos eléctricos e híbridos,- incluidas bicicletas y motocicletas eléctricas,que pueden mejorar significativamente la salud en las grandes urbes del tercer mundo-.
El calentamiento global es asimismo una magnifica razón para pasar de una «economía lineal», que consume recursos cada vez más escasos y genera cada vez más emisiones y más residuos de difícil gestión, en una «economía circular» en la que se reduzca el uso de recursos «nuevos» –disminuyendo así también el consumo de energía–, y se optimice la reutilización y el reciclado de los mismos. Para favorecer todas estas transformaciones existen importantes fondos europeos que España no está utilizando, perdiendo así la oportunidad de aumentar su competitividad, crear empleo y generar bienestar.