Por Iñigo Aduriz | Ilustración: Sr. García
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ara tratar de superar la censura se solían presentar tres portadas distintas para que los funcionarios eligieran una: la primera era la que realmente querían que saliera a la luz los responsables editoriales; la segunda era la misma que la primera pero en la que se suavizaba el mensaje; y la tercera, que era la que habitualmente pasaba el filtro de la censura de la dictadura, contenía una carga ideológica aún más ligera.
Eran los últimos años del franquismo pero seguían sin existir ni libertades democráticas ni libertad de prensa. En ese contexto nació Cambio16 a principios de los años 70 del siglo pasado. Fue el 22 de noviembre de 1971 y se presentó como un “Semanario de Sociedad y Economía”. El propio nombre de la revista se había topado con el rechazo de los censores. Los impulsores del proyecto quisieron llamarla Cambio a secas, una denominación simbólica y radical para un momento efervescente en lo político, pero marcado por la fuerte represión policial y judicial. Esa opción fue tajantemente rechazada por los funcionarios de la dictadura. Sí aceptaron Cambio16, que hacía referencia a los 16 accionistas que, con Juan Tomás de Salas a la cabeza, fundaron la revista que en sus inicios fue un medio fundamentalmente económico, pero que una vez fallecido el dictador se convirtió en la publicación de información general de referencia en el país.
El entonces semanario contribuyó de una manera determinante a superar la censura y a avanzar en la libertad de prensa, a la par que se consolidaba el sistema democrático en España. José María Díaz Dorronsoro, autor del libro Cambio16 (Saber y Comunicación, 2012) sobre la historia de la publicación, explica que “frente al estilo combativo que podían tener las revistas minoritarias antes mencionadas, los impulsores de Cambio16 sabían que se la jugaban en el estilo: había que criticar, había que proponer y había que denunciar”, pero “había que hacerlo provocando, al menos, una carcajada a quien iba dirigida esa crítica”.
Este nuevo lenguaje ayudó, en su opinión, “a rebajar tensión y a hacer viable el proceso de transición”. Su explicación es la siguiente: “No estoy diciendo que fuera una revista frívola o que se tomara a la ligera los graves problemas que había en el momento, sino todo lo contrario. Cambio16, consciente de su responsabilidad, entendió que la prensa debía contribuir a hacer viable la transición a la democracia y eso pasaba, en aquel entonces, por facilitar el proceso dando argumentos y siendo constructiva, y también sabiendo hacer amable el cambio político. Y para ello nada mejor que el buen humor, que no significa ligereza o superficialidad”.
De la revolucionaria forma de contar las cosas de esta publicación también habla Román Orozco, director de Cambio16 entre 1994 y 1996. “Cuando salió a la luz la revista hizo un periodismo que nunca se había hecho en España con el dictador en vida. La manera de redactar las noticias era bastante innovadora porque en esa época la prensa española estaba muy influenciada por el estilo francés, en el que la redacción era más pesada y menos atractiva para el lector. Pero varios de los fundadores de la revista habían trabajado en EEUU y en Inglaterra y tenían otra perspectiva del periodismo que era mucho más directa, con un lenguaje más conciso y atractivo”. Esa es la razón por la que “el estilo de Cambio16 sorprendió mucho a los lectores en España. Era muy innovador en ese momento”.
Ese lenguaje y algunas de las temáticas que trató costaron a los editores la prohibición de varias de sus portadas. También asumieron multas, cierres, suspensiones durante varias semanas y amenazas por parte de la extrema derecha.
Una vez muerto franco seguía existiendo la “autocensura”
La impronta de la revista trascendió, en todo caso, más allá de los últimos años de la dictadura. “Es una referencia del final del franquismo y, sobre todo, de la Transición y la democracia”, reflexiona Gorka Landaburu, actual director de Relaciones Institucionales de Cambio16 y director editorial entre 2003 y 2014. “Cuando salió por primera vez al quiosco no había libertad de prensa y nació como una revista esencialmente económica. No se podía hacer una como la que es hoy”, argumenta. Pero en los últimos años de ese régimen autoritario ya “había una evolución de la sociedad. La gente estaba en la calle cada vez más y la publicación se transformó en una revista de información general”.
Incluso una vez fallecido Franco “había una autocensura”. Pero “los acontecimientos eran de tal magnitud que la prensa empezó a hablar de muchas cosas de las que no se había hablado hasta el momento”, recuerda Landaburu, que se incorporó a la redacción en 1977. ¿Cuáles eran esos temas? “Eran cuestiones principalmente sociales. Se cubrían muchas huelgas, sobre todo en el norte de España. O incluso las revueltas de los estudiantes en Madrid”. La publicación empezó a contemplar esas cuestiones con un enfoque histórico: era el final de un régimen. “La revista fue un símbolo. En la clandestinidad, cuando quedabas en un bar o en una cafetería con un compañero al que no conocías, había una revista que tenías que llevar a una cita para que te reconocieran: Cambio16”, recuerda Landaburu.
Fue a finales de los años 70 y a principios de los 80 cuando esta revista comenzó a hablar más de política, que se convirtió en una de sus banderas y señas de identidad. Acertó, según Díaz Dorronsoro, porque “se ciñó a la noticia de actualidad y trató de hacer un periodismo interpretativo”. Esto supuso una auténtica revolución. “Hacía crítica amable y divertida pero eficaz, e introdujo algunas técnicas periodísticas hasta entonces apenas vistas, por el control informativo que había, como eran las encuestas de intención de voto o las mesas redondas en las que juntaba a diferentes líderes –políticos, sociales, económicos y culturales– para que dieran su opinión sobre cuestiones de actualidad”, recuerda el también profesor de la Universidad de Navarra.
Comenzó a hablar “de los temas que preocupaban a la gente del momento y, gracias a su estilo directo y cercano, con el lenguaje que manejaba y entendía la ciudadanía”. En definitiva, los periodistas que trabajaban entonces en la revista “sabían interpretar qué preocupaba a la gente y sabían darles respuestas”. Estos profesionales, explica Díaz Dorronsoro, se adaptaron a la principal misión de la publicación, que era consolidar la democracia, por lo que constituían “una plantilla de jóvenes informadores con muchas ganas de modernizar el país”.
Una vez instaurado el Estado de derecho “Cambio16 supo amoldarse a todo lo que ocurrió a partir de entonces”, añade Landaburu. “Siguió la corriente del cambio que se estaba produciendo en el país y en la sociedad. El papel de las mujeres, el de la cultura, la explosión de La Movida sobre todo en Madrid, la droga…”. Román Orozco recuerda además que “abordaba temas sociales que nadie contempló antes como el aborto y otros derechos que no existían. Tratábamos historias de salud que normalmente no tenían cabida en los periódicos. O de relaciones personales de una manera más desenvuelta. También hablábamos de cine, y la cultura se trataba en profundidad”. En definitiva, añade, “era una revista moderna que estaba pendiente de lo que sucedía en el mundo y fuera del ámbito de lo estrictamente político”. Todo ello contribuyó a consolidar una conciencia general a favor de la libertad de prensa, que sigue siendo una de las principales banderas de la actual publicación.
De cara al futuro, Díaz Dorronsoro considera el papel de Cambio16 no debería ser muy diferente del que tuvo en aquellos años: “una revista como punto de encuentro de todas las ideas y sensibilidades que configuran la complejísima sociedad española”. A su juicio, debe “servir de puente entre quienes gobiernan y los ciudadanos, aportando ideas y soluciones” y convertirse en “una voz autorizada y reconocida” que “siempre merece la pena escuchar porque tiene muchas cosas muy interesantes que decir y sus enfoques enriquecen el debate”.
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