Por Juan Emilio Ballesteros
21/12/2015
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Para el PSOE, igual que para el PP, el resultado electoral del 20D es más complicado de lo que se podía esperar y sitúa a sus candidatos, Pedro Sánchez y Mariano Rajoy, en el peor escenario posible para seguir liderando sus respectivas formaciones. Ambos representan el bipartidismo que quieren liquidar los emergentes y que aguanta difícilmente el embate de las urnas, pero que resiste en Andalucía mejor que en ninguna otra circunscripción electoral: Susana Díaz, la todopoderosa presidenta de la comunidad, ha obtenido el mejor balance de los socialistas en España. No obstante, el PSOE-A ha cosechado un resultado mediocre, aunque suficiente para sacar pecho a nivel nacional.
A Susana Díaz le encanta ganar elecciones y con ésta van tres consecutivas tras su investidura como presidenta, una victoria que le permitirá seguir moviendo los hilos de un partido que sólo logró un vuelco en los sondeos cuando su candidato, en el debate con Rajoy, sacó a relucir el auténtico rostro de la izquierda que quiere conquistar el poder. Los votos socialistas andaluces, que alcanzan un cuarto de la representación total del PSOE en el nuevo Congreso de los Diputados, apuntalan a un Pedro Sánchez para quien formar gobierno con los apoyos que precisaría sería mucho peor que dejar que gobierne el PP en minoría.
Por eso, la secretaria general de los socialistas andaluces mostró músculo en la noche electoral: no sólo logró que el PSOE siga siendo el referente de la izquierda en España sino que, además, mantiene viva la expectativa de que continúe encarnando la única alternativa posible de gobierno. Por ello, presumió de feudo y bastión y de dique de contención frente a Podemos, donde la barrera de más de 600.000 votos de ventaja frente a la formación morada es una auténtica muralla frente a los 200.000 que obtuvo el partido en el resto de España.
No obstante, los resultados en Andalucía no fueron para tanto: virtualmente un empate técnico con los populares que augura una confrontación a cara de perro en la comunidad, con Ciudadanos, que sostiene el pacto de gobierno, de convidado de piedra en una cena en la que Podemos va a romper todos los platos. De hecho, el PSOE-A pierde tres diputados en relación a 2011 y un total de 200.000 votos, el peor balance de la serie histórica. Tras el 20D, sólo 100.000 votos separan a socialistas y populares en la comunidad y un diputado, 22 del PSOE por 21 del PP. Claro que el PP también se ha dejado 12 de los 33 escaños que tenía. Susana resiste y eso es lo importante.
La única posibilidad que tendría Pedro Sánchez de gobernar sería con el apoyo de Podemos, PNV e IU y para presidir un ejecutivo así, lo mejor es que gobierne en minoría el PP. Y ésa es precisamente la cuestión: si Sánchez se abstuviera para dejar vía libre al PP, una opción que favorecería los intereses de Susana Díaz a largo plazo, que pasan por afianzar su liderazgo y desgastar al actual secretario general, quien se ha apresurado a anunciar que se presentará a la reelección en el próximo congreso del partido, a celebrar en febrero o marzo de 2016. La secretaria general de los socialistas andaluces esperó a que compareciera Sánchez en la noche electoral para hacer su particular puesta en escena, ciertamente molesta ante el hecho de que el secretario de Organización, César Luena, se hubiera atrevido a aventurar de forma precipitada que Sánchez tenía opciones de formar gobierno. Las prisas no son buenas consejeras y Díaz ha demostrado que sabe esperar.
En realidad, Sánchez no tiene ninguna posibilidad de gobernar y ambos lo saben, hasta el punto de que Díaz no ha aparecido por la primera reunión de la ejecutiva convocada después del 20D. ¿Para qué, si no había nada que discutir? El veredicto de las urnas es inapelable. Si Podemos hubiese rebasado al PSOE en número de escaños, Sánchez hoy sería historia, pero aguantó, a duras penas, sin caer. Aunque la presidenta andaluza quiera distanciarse, no puede. Está en primera línea y es el foco de atención. Así se puso de manifiesto cuando, por citar el ejemplo más reciente, Rajoy habló con ella tras la agresión de Pontevedra y no respondió a la llamada de Sánchez.
Tras pactar el mensaje poselectoral con Sánchez –que el PP intente formar gobierno si encuentra apoyos, si no ya veremos qué es lo que hay que hacer por España y la estabilidad–, Díaz ha conseguido aglutinar el respaldo, por acción u omisión, de todos los descontentos, que se miran en el espejo de Eduardo Madina, la imagen de la izquierda descabalgada por figuras mediáticas que no concitaron el respaldo electoral que anhelaba Sánchez cuando las incluyó en las listas. Carme Chacón, Emiliano García Page, Ximo Puig y los barones extremeños (Guillermo Fernández Vara) y asturiano (Javier Fernández), y hasta los históricos como Alfredo Pérez Rubalcaba y José Luis Rodríguez Zapatero se decantan, en mayor o menor medida, por la andaluza. Todos se pronuncian a favor de que el PSOE lidere la oposición.
Por eso, la primera llamada que recibió Sánchez antes de comparecer en la noche electoral fue la de Felipe González, que le transmitió que lo mejor para el partido era dejar que Rajoy llevase a cabo sus intenciones de formar gobierno. Claro que lo mejor para el partido puede que no sea lo más favorable para Sánchez. Sea como fuere, Susana Díaz seguirá moviendo los hilos de un PSOE que quiere recomponer la figura ante el descalabro. Todavía no ha llegado la hora de la presidenta de la Junta de Andalucía, pero cada vez está más cerca.